Érase una vez un hombre sumamente estúpido, un loco, o quizás un sabio, que, cuando se levantaba por las mañanas, tardaba tanto tiempo en encontrar su ropa que, por las noches, casi no se atrevía a acostarse, sólo de pensar en lo que le aguardaba cuando despertara.
Una noche tomó papel y lápiz y, a medida que se desnudaba, iba anotando el nombre de cada prenda y el lugar exacto en que la dejaba.
A la mañana siguiente sacó el papel y leyó: "Calzoncillos..." y allí estaban. Se los puso. "Camisa..." allí estaba. Se la puso también. "Sombrero..." allí estaba. Y se lo encasquetó en la cabeza.
Estaba verdaderamente encantado, hasta que le asaltó un horrible pensamiento:
- "¿Y yo?¿Dónde estoy yo?"
Había olvidado anotarlo. De modo que se puso a buscar y a buscar, pero en vano. No pudo encontrarse a sí mismo.
Una noche tomó papel y lápiz y, a medida que se desnudaba, iba anotando el nombre de cada prenda y el lugar exacto en que la dejaba.
A la mañana siguiente sacó el papel y leyó: "Calzoncillos..." y allí estaban. Se los puso. "Camisa..." allí estaba. Se la puso también. "Sombrero..." allí estaba. Y se lo encasquetó en la cabeza.
Estaba verdaderamente encantado, hasta que le asaltó un horrible pensamiento:
- "¿Y yo?¿Dónde estoy yo?"
Había olvidado anotarlo. De modo que se puso a buscar y a buscar, pero en vano. No pudo encontrarse a sí mismo.
Martin Buber
aveces olvidamos lo mas importante. a nosotros
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